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Permítanme que les cuente una breve historia: érase una vez una ciudad, París; un pequeño sótano de un café llamado “Salon Indien”; y dos hermanos que estaban a segundos de pasar a la historia. Se llamaban Auguste y Louis Lumière e iban a presentar el cinematógrafo. Era un 28 de diciembre de 1895. París comenzaba el que sería uno de los inviernos más fríos en décadas. Ese año, 1895, el oficial Alfred Dreyfus había sido degradado y sentenciado a cadena perpetua en la Isla del Diablo por un espionaje que después se demostró falso. También ese año, Francia conquistó Madagascar tras derrotar a la Reina Ranavalona III. No abandonarían la isla hasta 1943. Había sido, en fin, un año de grandes acontecimientos en el país. Pero 1895 pasaría a la historia por otro acontecimiento, lejos de los campos de batalla y de los tribunales. Sería en aquel pequeño saloncito de aquel café.
Los hermanos estaban muy nerviosos. Anteriormente, su invento, el cinematógrafo, lo habían presentado ante la Société d'Encouragement à l'Industrie Nacional y distintas sociedades científicas. Pero esa era la noche en la que se presentaba de forma oficial. El fotógrafo Clément Maurice, amigo de Auguste, se había encargado de buscar el lugar idóneo. Y ese lugar no era otro que el Salon Indien, que hasta poco antes se utilizaba como sala de billar y que era pequeño, lo que escondía algunas ventajas: un fracaso pasaría inadvertido, mientras que un éxito generaría amontonamiento de gente en las calles. La negociación con el dueño del café, un italiano de apellido Volpini, no había sido sencilla. Le ofrecieron el 20 por ciento de la recaudación, pero el hombre, con poca confianza en el nuevo invento, no arregló hasta conseguir un contrato por un año a 30 francos diarios.
A pesar de todos los preparativos, la convocatoria fue más bien modesta. Muchos de los invitados no asistieron, y la mayoría de los transeúntes que leían el cartel que anunciaba las proyecciones seguían su camino, indiferentes. Apenas algunos curiosos con media hora para perder bajaron hasta el Salon Indien.
Y entonces, las luces se apagaron. Y el descreimiento se transformó en asombro. Ante sus ojos se exhibía un espectáculo jamás visto. Y así comenzó la magia del cine.
114 años después, el cine ha evolucionado hasta un extremo que ni siquiera los hermanos Lumiére podían imaginar. Las imágenes en movimiento pronto estarían acompañadas de sonido, el blanco y negro daría paso al color, las películas pasarían a verse en pantalla panorámica y en los albores de la revolución, el cine en 3D daría lugar a un nuevo lenguaje cinematográfico.
En esta evolución del cine, los Oscar de Hollywood siempre han guardado un lugar referencial en esa perspectiva del cambio del ya denominado séptimo arte. Con 82 años de historia y la industria de cine más potente del mundo respaldándolos, la cita anual con los premios de la Academia es un evento imprescindible dentro del mundo cinematográfico y social.
Los propios Oscar también han sufrido su propia evolución. La primera ceremonia se celebró en el Hollywood Roosevelt Hotel sin el interés mediático de la actualidad. Valga como ejemplo que sólo se retransmitió una hora de la ceremonia por radio. Los ganadores ya se conocían de antemano y sólo había 15 categorías. Hoy, 82 años después, la ceremonia la siguen por televisión más de mil millones de personas, se celebra en el lujoso Kodak Theatre de Los Angeles y los nominados esperan nerviosos en sus butacas el desenlace de cada una de las 24 categorías.
Hasta el propio seguimiento de los Oscar ha variado. La irrupción de Internet ha provocado que la carrera por la estatuilla dorada se dilate en el tiempo y la batalla principal ya no se libra en los cines, sino en la red donde bloggers, críticos y “foreros” han logrado aglutinar una influencia inimaginable hace tan sólo unos años.
En el pequeño Salon Indien aquel 28 de diciembre de 1895, la proyección de la cinta “Llegada de un tren a la estación de la Ciotat”, provocó un tremendo pánico en la sala, ya que los espectadores, con una mentalidad pre-cinematográfica, creían que la locomotora que veían en pantalla se les venía encima. Gracias a las nuevas tecnologías, los aficionados al cine y a los Oscar podemos sentir que nosotros también formamos parte de la historia, vivimos la realidad de la temporada de premios de una manera mucho más cercana. No huimos como aquellos parisinos algo aturdidos por esa realidad extraña, sino que buscamos todavía adentrarnos más en el universo mágico que es seguir con gran entusiasmo la temporada de premios.
E igual que dijimos hace exactamente un año cuando abrimos el anterior blog, hoy empezamos por cuarto año consecutivo el seguimiento a la temporada de premios. Queremos de nuevo reunirnos con todos aquellos que quieren disfrutar con nosotros la emoción de la carrera por los Oscar, vivir la lluvia de premios, la elaboración de pronósticos, seguir al día las noticias que nos llegan desde la meca del cine… Vivir, a partir de hoy, seis meses de muchas emociones. Queremos ser un blog de referencia para todos vosotros, y ojalá podamos cumplir esa misión. Ganas e ilusión no nos faltan y, de hecho, llevábamos aguardando impacientes que llegara este momento.

Bienvenidos a la proyección. Las luces se apagan. Comenzamos.